Juego de Tronos (2ª temporada)

Terminaba la primera temporada de una manera épica, con la cabeza de quien pensábamos protagonista rodando en Desembarco del Rey, con una fa...

Terminaba la primera temporada de una manera épica, con la cabeza de quien pensábamos protagonista rodando en Desembarco del Rey, con una familia disgregada y con una guerra en ciernes. Muchos frentes abierto de cara a una segunda temporada que prometía mantener el nivel de la fantástica primera temporada.


Es indudable, la primera temporada pudo haber sido un golpe de suerte, pero en esta segunda temporada el equipo George R. R. Martin o de la HBO lo reafirma: Juego de Tronos es brutal. Ya no solo por la historia, que no deja de ir más allá que una novela de amoríos ambientada en la Edad Media, ya no solo por sus angostos e impresionantes paisajes si no por el trazo de sus personajes. Todos y cada uno de ellos están trabajados hasta la extenuación, tienen sus luces y sus sombras, son monstruos hasta resultar bellos o bien son tan bellos que se convierten en monstruos. Cada uno de ellos vive la historia desde su punto de vista único y personal creando así un universo infinito e impredecible.

Esta segunda temporada sigue el camino abierto por la primera: sexo, luchas, violencia pero sobre todo una desmedida ambición por qué aquí en los Siete Reinos, muchas veces, los ideales son lo de menos. Pero a diferencia de la primera temporada esta segunda es inabarcable: pasan tal cantidad de cosas, en tantos lugares diferentes que se hace imposible decir "la segunda temporada de Juego de Tronos habla de..." y es que como hemos dicho habla de todo, sí, sobre todo de ambición y traición pero no solo de ello.


Y es que Juego de Tronos es majestuosa: dirección, localizaciones, interpretes... nos permite sumergirnos en un universo creado para ser leído. Pues bien, ahora lo tenemos ante nuestro propios ojos para su disfrute, para convertirnos en convidados a una partida de rol en un espacio real y abismal: intereses ocultas, reinas y reyes en la sombra, lobos y ahora además magia... en Juego de Tronos no hay malos (o sí), no hay buenos (o sí), no hay vencidos y mucho menos vencedores; Juego de Tronos siempre es más de lo mismo ¿por qué? Por que es lo que queremos, por la sintonía inicial donde recorremos los Siete Reinos nos pone los pelos de punta, por que no somos críticos si no fans de una serie que ha conseguido extender la leyenda de la visceral Edad Media sin referirse en ningún momento a ella, por que queremos ser un Lannister, un Stark o un Greyjoy (bueno, un Greyjoy no) derrotar a nuestros enemigos e incluso soñar con sentarnos en el trono de hierro.

¿Se podría cambiar algo de Juego de Tronos? Pues de momento no veo muy claro que pueden aportar los caminantes blancos... no me gustaría que Juego de Tronos se convirtiese en Medieval Walking Dead, a veces lo temo pero en ese momento recuerdo que el invierno se acerca...

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