Escuchando Elefantes en cualquier calle

Esta es la historia de  Escuchando Elefantes en cualquier calle, esta es la historia de Escuchando Elefantes en Príncipe, una calle de una...

Esta es la historia de Escuchando Elefantes en cualquier calle, esta es la historia de Escuchando Elefantes en Príncipe, una calle de una ciudad gris como Vigo

Siempre he dicho que Vigo es una de esas ciudad que la primera vez que las visitas te reciben grises y hostiles, una de esas ciudades de las que posiblemente quieras huir y jamás regresar pero que cuando te alejas de ella notas que algo te falta; Vigo te fagocita y te escupe en la primera embestida pero una vez hayas superado esta te atrapa y ya no la quieres abandonar. Vigo es gris, tiene fábricas y gente que te mirará mal por la calles pero tiene magia, magia como la que hoy os acercamos.

Todas las ciudades tienen esas calles de tiendas donde el imperio del coruñés Amancio Ortega ocupa ambas aceras, una calle de gran transito pero seamos sinceros sin más atractivo que ese hombre que hace globos con una cabeza gigante de Mickey Mouse y los gofres recién hechos que huelen a Navidad ¿o será la Navidad la que huele a gofres? La verdad es que no lo sé. Pero en ocasiones sucede que algo cambia, que los chicos de Escuchando Elefantes (@EscuchElefantes), como si de la chica de la curva se tratase, aparecen en una esquina y el ambiente de una calle de tiendas se convierte en otra cosa.

Posiblemente, al principio, mientras Carlos y Silvia colocan el amplificador y los micrófonos nadie se fije en ellos, quizás tampoco en los primeros acordes pero poco a poco consiguen que lo que antes era una calle de pasea se convierta en un escenario al aire libre. Posiblemente comiencen tocado para una persona pero pronto serán diez y es que el crecimiento de Escuchando Elefantes es exponencial. 

Al cabo de unos minutos el grupo de personas que se han detenido ya ha crecido lo suficiente para que los los viandantes despistados deban rodean al grupo, al grupo de curiosos que se ha formado alrededor del dúo coruñés quiero decir. Ahora una niña de rosa baila al son de You're a Stone (antes miraba embelesada la guitarra de Carlos mientras sonaba Knockin'On Heaven´s Door), ahora una pareja aplaude cada canción y donde jóvenes susurran lo bien que suena el pequeño ampli o lo rota que está la guitarra, ahora Príncipe ya no es una calle de tiendas, ahora es algo más, ahora es otra cosa.

Cada vez más gente se detiene y seguir el camino hacia Gran Vía se ha convertido en una utopía. Desde las escaleras del MARCO me siento un espectador privilegiado; hoy, además de ver y escuchar a Escuchando Elefantes, puedo observar la cara de aquellos que se detienen a escuchar por un segundo, quizás por un minuto o a aquellos, que como aquella señora de pelo inmaculadamente blanco y vestido de los domingos lleva un par de canciones escuchando, ese misma señora que ha transformado su gesto serio en un pequeña sonrisa y una mirada ilusionada.

Y es que así son Escuchando Elefantes, un dúo que convierte la calle en el mejor y mayor escenario posible, un dúo que no canta a pie de asfalto si no que te acaricia con sus canciones, las propias como el espectacular The Rain o las ajenas como el Hallelujah de Cohen con el que han conseguido que los allí congregados olvidasen sus vidas un segundo e incluso llegasen a tararear (cuando no cantar) eso de "hallelujah, hallelujah..."


Nota: el vídeo no pertenece al concierto-callejero de Escuchando Elefantes del que se habla en este post pero se trata de la misma calle, la misma canción y la misma magia y bien sirve para ilustrar este post.

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