Ocho Apellidos Vascos

Sin duda Ocho Apellidos Vascos fue la reina de la taquilla la pasada temporada y más que en una película de éxito se convirtió en un fe...


Sin duda Ocho Apellidos Vascos fue la reina de la taquilla la pasada temporada y más que en una película de éxito se convirtió en un fenómeno: película, coloquios, risas, sus protagonistas estirando sus papeles para hacer publicidad… vamos, un éxito de crítica pero sobre todo de público. Así que como era previsible Ocho Apellidos Vascos llegó a mi ordenador.

Ocho Apellidos Vascos basa su (teórica) gracia en el prejuicio cultural que existe entre el norte y el sur de España, concretamente entre vascos y andaluces. Seré claro y directo Ocho Apellidos Vascos no me ha hecho ni puñetera gracia pero sí le reconozco una cosa: la normalización de la identidad vasca ¿os imagináis esta película hace 10 años? Pues posiblemente sería imposible o lo que es mejor ¿os imagináis esta cinta pero con protagonistas madrileños y catalanes? ¿una historia de amor entre Soralla Sáez de Santamaría y Artur Mas? Pues sí, las respuestas, las simples respuesta a estas preguntas tengan más gracia que la propia Ocho Apellidos Vascos.

Es cierto que Clara Lago está guapísima, que Dani Rovira parece ese señorito andaluz que tanto repatea, que Karra Elejalde se gusta, disfruta del papel y hace disfrutar al público y Carmen Machi incluso me gusta pero algo no funciona en Ocho Apellidos Vascos, quizás tan solo es que evoluciona más. Y es que realmente comienza bien pero poco a poco los tópicos se hacen demasiado forzados y la búsqueda del chascarrillo y el chiste fácil cansa y aburre; vamos, que es un intento fallido.

Admito que tiene toques bueno pero en conjunto Ochos Apellidos Vascos es mediocre, con la diferencia que por primera vez se puede hablar de vascos en la gran pantalla sin levantar polémica y eso probablemente sea lo que haya convertido a esta cinta en fenómeno: la gente se puede reír del prójimo o incluso de uno mismo sin problema, sin miedo a quedar mal o que alguien resulte lastimado; nos reímos y ya, se terminó, se acabó y fin.

Iba a cargar tintas contra quienes llenaron las salas de cine para ver este “bodrio” pero ¿sabes? No lo haré, más por la función social de Ocho Apellidos Vascos que por su calidad como película y es que está claro que cada uno gasta el dinero en lo que quiere y aunque yo jamás pagaría una entrada de cine para ver Ocho Apellidos Vascos cada uno es libre de tirar su dinero en lo que quiera. Por todo ello, y admitiendo la labor social de Ocho Apellidos Vascos aunque sin valorarla en los gatitos, he decido otorgar a esta cinta:

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