The Zero Theorem

Sin duda una de las propuestas más estimulantes en la aventuras al futuro de la ciencia ficción es el cyberpunk, una propuesta que nos t...


Sin duda una de las propuestas más estimulantes en la aventuras al futuro de la ciencia ficción es el cyberpunk, una propuesta que nos traslada a mundos distópicos en los que la tecnología dominan el mundo y la vida de ser humano pasa a un segundo (tercer o cuarto) lugar, propuestas tan creíbles como imposibles pero que podemos encontrar en pequeñas gotas en nuestras realidad actual. 

Terry Gilliam se sumerge en esta corriente para dirigir The Zero Theorem (que creo que se tradujo al castellano por El Teorema Zero) una cinta que tiene mucho más de metafísico de que ciencia ficción. Porque sí The Zero Theorem tiene una clara pregunta ¿para qué vivimos? Una pregunta a la que nuestro protagonista, Qohen Leth, tratará de dar respuesta hasta convertirla en un obsesión vital.

Qohen es el mejor programador de Mancom, una corporación capaz de controlar el mundo mundo y vender estilos de vida, una corporación que busca resolver, administrar y lucrarse del caos natural. Vamos, que Gilliam regresa a su Brazil, aquella película que lo catapultó a la fama pero lo hace sin aquella sorpresa y frescura ya que el tiempo, como bien se encarga de repetir Gilliam, es inexorable; una vez más Gilliam es terriblemente barroco y estéticamente oscuro y desordenado, cosas que personalmente me atraen de su cine pero sin duda en este The Zero Theorem peca de soberbia y sobre todo de tomarse demasiado en serio una historia, y sobre todo unos diálogos, que para la gran mayoría resultará excesivamente petulante (adjetivo a la altura de la cinta).

Y es que The Zero Theorem nunca a tener entidad propia: recuerda a Brazil, lo cual puede ser comprensible, pero igualmente nos lleva a 1984 donde un "ser superior", aquí una corporación, nos controla y no mira sin ser vista, una corporación que toma forma con la Dirección a través de un Matt Damon decolorado hasta límites posiblemente inhumanos... como sus dialogos más propios de un personaje de Kafka que una de cinta de ciencia ficción. Pero hablábamos de recordar: en un mundo tan controlado, en un mundo donde pensar individualmente no es posible, esa capilla en la que Qohen vive recluido entre santos y vírgenes no es más que la cueva de V (de Vendetta, evidentemente), ambos usan sus lugares como zonas de confort oscuras y sombrías en las que campan a sus anchas.

Para generar un mundo más distópico Terry Gilliam nos habla de religión, de sexo tantrico todo ello entre colores fluor y tubos corrugados... sin duda, The Zero Theorem, a nivel estético puede funcionar pero su historia no llega a enganchar al espectador incluso dejando cabos sueltos: ¿qué ha pasado con Bob? ¿y con Bainsley? ¿por qué ella sí puede huir del mundo tal y como nos lo presenta Gilliam? ¿o es que ese mundo se reduce solo a Londres? ¡Ay, demasiadas preguntas!

Por todo ello, he decidido otorgar a The Zero Theorem:


"Enfermo de budismo, aburrido de la Cienciología, la Iglesia de Batman puede ser la solución"

Aquí os puede interesar

0 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?